La buena noticia: el 2020 está a punto de terminar. La no tan buena: el 2021 traerá consigo importantes desafíos para la economía mexicana, pues la recuperación aún necesita reforzarse.

Mientras todos nos esforzamos por aplanar la curva epidemiológica del COVID-19, lo opuesto a un “aplanamiento” podría suceder en la economía global pospandemia. Esta situación ha provocado angustia en China, el mayor beneficiario de la globalización y una economía “plana” y sin fronteras que Thomas Friedman describió en su libro “The World is Flat” (La Tierra es plana).

Apenas en 2010, Estados Unidos y China estaban en el mismo nivel en lo que a manufactura se refiere, pero China rápidamente lo sobrepasó. El país asiático ahora utiliza una fuerza laboral de cerca de 130 millones de elementos para exportar productos por un valor cercano a los 2,000 millones de dólares.

A medida que el alcance global de la manufactura china se expandió, también lo hicieron sus sueños de ser una potencia mundial, trayectoria que no se ha visto libre de fricciones. Así lo demuestra la reciente guerra de aranceles entre China y Estados Unidos.

México tendrá que esforzarse en facilitar las actividades comerciales, erradicar la corrupción, desarrollar una clase media sólida e invertir en la infraestructura necesaria, justo como lo hizo China.

La pandemia del COVID-19 es sólo el principio, que no haya duda de que habrá desafíos similares en el futuro. Este momento nos ha obligado a reconsiderar el proyecto económico de la región que puede llegar a constituir una protección contra catástrofes naturales o económicas. La situación nos tomó por sorpresa una vez, no nos puede sorprender de nuevo.